En el contrato de nuestras vidas nunca firmamos que sería para siempre. Duró un verano y menos mal que no duró más que eso. Fue un sueño, una de esas historias que cualquier adolescente debe vivir.
Pero he aprendido a cuidarme sola, a no acordarme de los besos que antes me dabas, a no mirar a mi lado por si aún estabas allí, a no llorar cada vez que tengo miedo, a pensar en un mañana en el que no estés tú.
Por eso te digo adiós, que estés bien, que ojalá puedas volver algún día, o no.
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