La última vez que se vieron fue la despedida. La definitiva, la última, la inquebrantable. No volverían a hablarse, se limitarían a vivir como si nada hubiera ocurrido. Quizá así sería más fácil ignorar que ambos tuvieron miedo antes de dejar que pasara aquello que sabían que nunca funcionaría.
Ojalá no fuésemos tan gilipollas como para necesitar perder algo para valorarlo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario