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viernes, 23 de noviembre de 2012

Por aquí han cambiado muchísimo las cosas, la verdad. Ya no está nada como estaba cuando te fuiste. Ha cambiado absolutamente todo, desde los muebles del comedor, pasando por mi forma de ser, hasta la de mi madre incluso.
En estos años ha dado tiempo a que cambien muchas cosas, demasiadas incluso.
¿Sabes? ya no soy la niña tímida y poco segura de sí que era antes, ya no me escondo de los problemas para que no me pillen como hacía antes; no. Ahora suelo ir por la calle con la cabeza bien alta, sin ningún problema a enfrentarme con lo que me venga, y me he vuelto un tanto orgullosa para las cosas que necesitan orgullo. Y la verdad, las cosas me van muchísimo mejor. He conocido a personas que me han dejado sin palabras.
gente que ha tirado por el suelo todos mis esquemas
Todo esto me ha llevado a pasar por muchísimas situaciones, unas que han provocado euforia ¿conoces esa sensación?, es mágica, hasta que no la conoces por mucho que te lo expliquen no sabes bien como te puedes llegar a sentir. Aunque también he pasado por momentos que han sido de llorar en un rincón, apartada del mundo, simplemente porque lo necesitaba.
Me he dado cuenta de que no se puede depender de nadie, porque me dí cuenta de que hay más vida detrás de la gente que piensas que con ellas va tu futuro entero, porque no es así, el futuro de uno mismo lo tiene cada uno en sus propias manos.
También te tengo que decir que aún así sigo teniendo los mismos defectos de siempre, e incluso alguno nuevo. Sigo siendo el mismo desastre que siempre, sigo con mis chillidos cuando me pongo nerviosa, suelo ser un tanto pesada de vez en cuando, y me distraigo con ver una mosca al estudiar.
Pero se aprende siempre de todo, incluso de las caídas, porque ahí es cuando ves de verdad la gente que tienes incondicionalmente a tu lado a pesar de la situación.
Sigo con las mismas manías tambíen; sigo acariciando los puños de las mangas de los pijamas, sigo diciendo "pasatos" en lugar de zapatos, sigo rayándome la cabeza por cualquier tontería, sigo dicíendole a mi madre que sería mas ordenada si me comprase un perro, sigo curijiéndome los dedos, y sigo riéndome de los chistes malos.
¿Y sabes qué? he dejado de darle importancia a las cosas que no la tienen, y ahora sólo se la doy a las que de verdad la tienen, o la merecen.
 ¿Te acuerdas de cuando decía que nunca le iba a dejar de querer?... Me dí cuenta de que sólo era una niña encaprichada con un chico. Entonces yo era la típica persona que decía que jamás iba a dejar de quererle, ni aunque pasaran mil años; y una vez más me equivoqué, deje de quererle.  
No sé, como ya te he dicho parezco otra persona, y eso también ha tenido que ver con que ahora estoy segura de mí misma.

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No importa el idioma si sabes sentir - Día sexto.

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