Nunca te olvidé, ni un solo día.

Llorar. Llorar de la puta rabia que te da no tener el valor suficiente de acercarte ha hablar con el. De no poder tan siquiera ni mirarle con otros ojos. Con los ojos que le has mirado siempre, el problema es que todo a cambiado, que ya nada es igual que siempre. Jamás me lo esperé. Me llegó todo de golpe, sin darme tiempo a reaccionar, sin poder pararme a pensar en que hacer o en que sentir. Y levantarte todas las mañanas pensando en aquel día, en porque fue él y no otro. Preguntarte si el siente también ese cosquilleo al verte. Y no, antes de que me preguntes, no lo se. No se lo que siento, no tengo nada claro. Cuantas veces he querido llamarte para tan solo hablar contigo y no hacerlo, por el simple hecho de no tener esa sensación de molestar. Y a veces pienso que tu sientes lo mismo, que piensas lo mismo, que estamos en la misma situación. Que tu también te mueres de ganas por hablar conmigo. Y podríamos serlo todo, pero preferimos no luchar, no enfrentarte a lo que te venga, no dejar las cosas claras. No se a que esperamos, si el tiempo nunca espera a nadie, y menos a nosotros. Y a veces pienso que esto tu también lo sabes, el problema es que no puedes sentirlo.